FALSA AGRESIÓN HOMÓFOBA

La Policía envía el atestado para investigar a la falsa víctima de Malasaña por simulación de delito

Falsa agresión en Malasaña
El portal de Malasaña, escenario de la falsa agresión homófoba.
Alfonso Egea
  • Alfonso Egea
  • Jefe de Investigación en OKDIARIO. Anteriormente fui responsable de la sección de Actualidad y Sucesos en Espejo Público, en Atresmedia. He publicado cuatro libros y actualmente colaboro en programas de televisión en Mediaset y en Telemadrid. Agradecido por tener el reconocimiento de la Policía Nacional de Madrid y la medalla al mérito de la Guardia Civil.

Inventarse unos hechos tan graves como que una banda de desconocidos ataque a plena luz del día a un veinteañero por su condición sexual debe tener y tendrá castigo. Los responsables de la investigación que ha desmontado la falsa denuncia por un ataque homófobo en pleno corazón de Madrid, en Malasaña, ya han finalizado el atestado que justifica la necesidad de investigar un delito de simulación de delito presuntamente cometido por este chico. El relato policial ya se encuentra en el juzgado correspondiente y ahora es turno de la Justicia que formule acusación contra él y que se le declare como investigado.

¿Por qué los investigadores ven indicios de que se trate de una simulación de delito y no de una denuncia falsa? Fuentes consultadas por este periódico explican que la denuncia falsa consiste en atribuir actos a una persona en concreto a sabiendas de la falsedad de las acusaciones. En este caso lo que el joven hizo fue inventárselo todo, desde la agresión hasta sus heridas pasando por los presuntos agresores.

La denuncia original, la que interpuso pasadas las 10 de la noche en comisaría cinco horas después de que ocurrieran los hechos que se han revelado como falsos, ya tenía visos de poca credibilidad. Domingo a las cinco de la tarde, pleno centro de Madrid, buen tiempo, mucha luz, cientos de personas en las calles de Malasaña, uno de los barrios más populares de la capital… La Brigada Provincial de Información de la Jefatura de la Policía Nacional de Madrid pronto comprendió que podía haber gato encerrado en la historia, pero su trabajo no es intuirlo, si no demostrarlo.

Cuatro interrogatorios a la misma vecina

El pasado miércoles, mientras el joven denunciante se encontraba de nuevo en comisaría, una de las vecinas de su edificio estaba asomada a uno de los balcones. Eran las cinco de la tarde, la misma hora a la que el chico aseguraba que se había producido la agresión. Esta mujer mayor acabó cansada de contarle hasta cuatro veces a la Policía la misma historia: ella bajó a la calle a la misma hora en la que el chico aseguraba que le habían atacado en el portal de su casa. La mujer explicó a los agentes que en el portal que ella tan bien conoce no había ni rastro de que algo hubiera sucedido: ni cristales rotos, ni restos de sangre, ni objetos de ningún tipo. Por no tener el portal no tenía ni un desconchón nuevo en la pintura de los muchos que ya tiene. Los investigadores se dieron cuenta que con la denuncia del joven en una mano y el relato de esta mujer en la otra lo relatado por el chico era imposible que hubiera ocurrido en ese portal tal y como él lo había denunciado.

Según él, al volver de la compra de una tienda de Malasaña, a las cinco de la tarde, ocho tipos lo meten a empujones en el portal mientras lo insultan blandiendo al menos un cuchillo. “Maricón, comemierda, asqueroso”, le gritaban según él. La compra acabó por los suelos, lo inmovilizaron, lo desnudaron de cintura para abajo y le grabaron la palabra “maricón” en las nalgas. Cómo sería el escándalo que según su denuncia una viandante se percató de la escena desde la calle, al otro lado de una puerta de metal y otra de madera en un rellano a unos cinco o seis metros de la calle. Esa presunta señora, que era tan falsa como todo lo demás, escuchó lo que no oyeron ninguno de los vecinos de la planta baja ni la señora que sobre esa misma hora se situaba en el mismo portal saliendo a la calle.

La falta de imágenes en las grabaciones de las cámaras de la zona de personas sospechosas, tal y como contó este periódico, que nadie llamara al 091 aquella tarde y que los 30 policías que se patearon Malasaña no encontraran ni un solo testigo, ya no de los hechos, sino de nada que pudiera parecer sospechoso, hizo el resto. El miércoles, sobre la misma hora a la que juraba haber sido agredido, el veinteañero confesaba la mentira. Se dejó grabar el culo con un cuchillo de manera voluntaria y por eso ahora un juzgado lo investigará por simular un delito, lo que le pude costar hasta 12 meses de multa.

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